martes, 30 de octubre de 2012

Un día cualquiera en mí, una página cualquiera de mi diario




Día lluvioso de finales de Octubre. Sólo sé que me encuentro situado en el tiempo, antes del día de todos los santos, pero después de el 28 de octubre. Ese día ahora malogrado. En pleno mes de Brumario. Es un triste y gris día otoñal. Alguna especie de Astenia, provocada por alguna malvada causa desconocida, me azota, como el viento y la lluvia a mis ventanas. Esto se manifiesta en una inactividad total. Si se pudieran dormir 24 horas al día me faltarían horas. Pero aunque el sueño invada tu cuerpo y seso, por muy pocos objetivos nimios que tengas en mente para este día, por muy poca ilusión en hacerlos, menos satisfacción en realizarlos, se llega al extremo del aburrimiento. Hastía domir, aburre hasta llorar, y en ese momento te mueves cual cadáver zombificado, en busca de tus necesidades vitales más básicas. Cuando la mente no encuentra ningún otro quehacer, estas necesidades se imponen, ya que son lo único que te hacen mover por estos derroteros, estos caminos que se cruzan sin llegar a ningún lugar. Cada desplazamiento se muestra inútil desde el punto de vista racional. Me cuesta moverme, y cada acción en mente, se contrarresta con un convincente ¿Para qué? Esfuerzo sin motivo, no hay afán ni brío sin un sentido trascendente. No es vagancia. No es dejadez. Lo llamo falta de esperanza. No confío en nadie ni en nada. No me fío de mí mismo. No hay ninguna meta que, en el mejor de los casos pueda conseguir, y aún así, ¿merece la pena?
No albergo esperanza en que llevar una vida normal, a ojos de los demás mortales, en el caso de que pueda llegar a hacerla, vaya a solucionar ninguno de mis problemas. Evidentemente, no puedo tirarme de un vagón en marcha. Sigo haciendo lo mínimo estipulado en este contrato vitalicio, que nunca leí y jamás acepté. Como un autómata, un ser pusilánime y que da pena, se avergüenza de sí mismo. Qué fácil es caer en la misantropía en este estado, y que fácil resulta centrarla en tí. Odio al mundo, por injusto, por cruel, por inclemente. No quiero aceptar algunas reglas del juego que se suponen que tienes que firmar si quieres ser un adulto:
Maquillar tus sentimientos, esconder quién eres para ser socialmente aceptado. 
          Ser ante todo pragmático. Pensar en tí y en los tuyos, pues esto no es más que una lucha por la supervivencia y el bienestar. Todo esto enmascarado detrás de una gran mentira: “somos seres racionales, somos humanos” mucho más refinado, más complejo, escondido detrás de una hipocresía, unas mentiras conciliadoras, que hacen que todo esto tenga otros sentidos aparte de comer, dormir, copular y reproducirse, sobrevivir hasta morir. Yo no veo otras motivaciones más que las anteriormente citadas. Miro a mi alrededor, lo analizo, y no soy capaz de ver otras cosas. No quiero aceptarlo, pero cada vez se afianza más en mí, cobra más fuerza el sentimiento de que es tan verdad como cierto. 
Tampoco creo en el amor, más allá del egoísmo que nos caracteriza. Cuando digo que no creo, digo que afirmo que no existe. No es una visión opinable o subjetiva. Podría pasarme toda la tarde argumentando sobre este tema. Pero puesto que estoy hablando con una pared, y que ni a mi mismo me apetece remover en esta otra gran mentira pacificadora, no haré más hincapié. Seguramente algún día escribiré algo sobre eso. Tal vez. 
Por otro lado, todo en lo que creíste en tus felices años de infancia y pubertad, cambia de forma, y se convierte en algo muy pero que muy feo. De repente, de un año para otro, de un mes al siguiente, todo eso se derrumba, y tu tienes que esforzarte por seguir en pie en el proceso. Novia, padres, familia, amigos, esos entes perfectos, idealizados, omnipotentes, se hacen humanos de repente. Humano en el sentido más real y verdadero de la palabra. No pueden solucionar todos tus problemas. No van a comprenderte, y probablemente nadie lo va hacer. No puedes ni debes apoyarte en ellos, porque lo único que conseguirías es alejarlos de tí. Estas solo. Solo tu te preocupas por tí mismo. Y así será hasta el momento de tu muerte. ¿Alguien estará contigo alguien, entonces? Puede. Sólo un tal vez. Pero, ¿Y Qué? esa persona estará contigo por una simple y cierta conveniencia mutua: un miedo terrible a estar sol@ en el instante de su deceso. Que nadie, llore por él, ella. Que nadie le dé la mano mientras sus ojos se cierran. ¿Os suena? Amor. Egoísmo.
“Acéptalo chico, no luches por lo que piensas, no hagas lo que creas correcto. Acéptalo, vive la vida tal y como hace el resto de los mortales. Qué importan los principios , que importa traicionarlos, cuando puedes vivir bien. Qué importa un bien común cuando existes tú, y tu vida. Nadie va a luchar por ti, nadie si no lo haces tú.” Esto, más sutil, o con matices, es una verborrea que me repiten constantemente.
“Yo también era como tú, a tu edad”
Permíteme que dude, cada uno somos únicos, con nuestros dones y nuestros defectos. Pero únicos e insustituibles. No niego que pueda haber generalidades dentro de nuestra especie, común a todos nosotros. ¿Es esta una etapa que hay que pasar sin más? ¿Es un párrafo añadido a este contrato vitalicio ya de por sí abusivo?
Pragmatismo. Desengaño. Ahí habéis caído todos, en mayor o menor medida. Hacia allí, me dirijo, sin quererlo, ni poder hacer nada.
“Yo también era como tú, a tu edad” mírame ahora: “Acéptalo chico, por tu bien”
No. No soy como tú, ni quiero serlo. No quiero convertirme en lo que más odio, y no veo alguna otra salida, más allá de la cicuta y el cúter. No estoy dispuesto a aceptar muchas cosas. Llegará algún momento, llegará el día en el que esto pase.
Retomando el hilo anterior: ¿Qué pasa cuando ni siquiera tú quieres o puedes ayudarte a ti mismo? Qué pasa cuando se agotan las ilusiones, qué pasa cuando ves la fea realidad, tal y como es, sólida como un muro, que no puedes saltar, sólo vender tu alma para pasar como sea. La verdad no sé cuales son las soluciones. Lo qué si sé es, cuales no lo son. Eso es aún mas desalentador. Conozco caminos tortuosos que llevan a ninguna parte. se cruzan, se vuelven, se retuercen, pero ninguno llega donde yo quiero. Lo busco y lo anhelo, pero se esconde.
Tan solo queda elegir el menos agonizante, el más recto y claro. ¿Para mí? o ¿para los que me rodean? El menos agonizante para mí puede ser el más sufrido para otros. Pero si el sufrimiento es inherente al vivir y no hay solución posible, sinceramente escogeré el que sea menos sufrido para otros. Quiero pensar que esto es algo altruista. Lejos del mártir cristiano que se sacrifica de manera egoísta para buscar su propia salvación, y sabiendo que va a tener un reconocimiento en la tierra, y un cielo esperando ahí arriba, yo me encuentro en otra situación.
El cielo y el infierno, están aquí, en la tierra, y también en nuestra mente. Si la vida y el entorno son generosos contigo, tendrás bastantes posibilidades de haber encontrado el primero. Pero eso no asegura nada. Sólo te da más probabilidades. La clave está en ti. Si estás sano, y éste es el único requisito para encontrarlo, entonces la vida puede ser maravillosa, para estos faustos, un regalo. Más allá del sentido figurado, la felicidad, efímera o no, euforia, bienestar, paz y equilibrio, y también, sufrimiento y angustia y demás sinónimos con amplios matices, se viven aquí. Aquí y ahora. Porque estás vivo. No dejes nada para mañana, para después, porque no hay un después. 
Para mí: un eterno purgatorio. Sabiendo esto, que nadie me recordará mi nombre cuando no esté, que no hay nada esperándome, y que ni siquiera voy a encontrar una paz y un descanso, ya que no los encontraré en vida, la única vía que creo racional y humana tomar, es la del camino difícil, pero apaciguador para otros. Buscar la menor angustia para aquéllos que en teoría muestran algo de cariño o empatía por mí, siempre ha sido, y será mi prioridad. Aunque algunas veces haya tenido algún óbice para hacerlo, que me ha puesto en evidencia, es el único consuelo que me queda en este mundo, y lo único por lo que vivo. Yo no he conseguido mi misión, hacer feliz a los que amo. He fracasado como hijo, novio, hermano, sobrino, nieto y primo. He fracasado como amigo. Pero supondría un alivio que lo fueran sin mí como una rémora. El barco se hunde. Que se hunda sólo. Alivio amargo, agridulce sí, pero estoy absolutamente seguro que yo no soy necesario ni un poquito para la dicha de cualquier ser humano. Esto es lo único que logra sentido en este sinsentido: Si yo no me amo a mi mismo, amar a los que amo, ayudarles a amar, es la razón, que siga escribiendo, y respirando. Yo simplemente soy, lo más feliz que puedo ser.
Lo demás, creencias vanas, irracional, invisible, egoísta y efímero. ¿Alguna vez me deslizaré en ese saco de cenizas, nubes y polvo? Puede ser. Pero yo tengo claro por lo que vivo. Y llegará el día en el que no quede nada por lo que moverse, ninguna ilusión. Solo yo, y una decisión. Hasta entonces, seguiré siendo cómo soy, seguiré luchando, seguiré solo.

1 comentario:

  1. Creo que es algo furtivo dejar un comentario en algo tan íntimo. No he podido evitar acceder a este link, tras un día de completo aburrimiento.. y, ya que estoy aquí, y que en vano sirve hacer oídos sordos (ojos ciegos, siendo este caso), quiero dejar un comentario en esta publicación.
    No sé, ni creo que supiera en varios días, hacerte una valoración. Tampoco soy nadie que pueda hablar sobre ti, ni pretender ver a través de ti. Te conozco más bien poco, como estoy pudiendo darme cuenta. En cambio, no creo que sea correcto eso de que eres trascendente. Puedes aportar luz, aunque tu mundo sea gris oscuro. No quiero creer que es cierto lo que digo, ni pensar que algo en ti va a florecer, cual brote de esperanza. Sólo atreverme a corregirte, a decirte que aportas calor.. y sonrisas. Es casi seguro que no lo consideres importante, porque no logres comprenderlo, entenderlo, ni verlo; pero yo... yo tampoco puedo verte igual que lo haces tú.

    Ich wünche dass, du eine wenige Gluck finden könntest.

    ResponderEliminar