sábado, 30 de agosto de 2014

Abro el tema con un comentario del nuevo arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, que cubre la vacante que deja Carlos Osoro, quién ocupa a su vez la plaza que deja Rouco Varela, el que fuera por muchos años portavoz de la conferencia episcopal, y que fue recientemente "jubilado" como arzobispo de Madrid. Comentario del 2009: "no es comparable lo que haya podido pasar en unos cuantos colegios, con los millones de vidas destruidas por el aborto" para justificar los abusos a menores en el seno de la Iglesia católica.

Claro, con estos precedentes, cualquier cambio en los cargos en la jerarquía de la iglesia, nos parece un progreso. Así, se podía escuchar estos días en los medios denominar "aperturista" Carlos Osoro, nuevo relevo de Rouco en el Arzobispado de Madrid, simplemente por condenar algo que, más allá de ser un delito, es una auténtica aberración. Por supuesto, si comparamos al nuevo arzobispo de Madrid con los que piden un alzamiento militar como el del 36 en su homilía, o el propio Rouco, el reciente relevo es un verdadero revolucionario. Pero que no nos engañen. No nos dejemos engañar. La iglesia siempre ha ido avanzando a trompicones a medida que una sociedad, sin seguir sus dictados, y precisamente por su secularización, abre camino hacia el futuro. El catolicismo se va adaptando a un entorno cambiante solamente para sobrevivir y no desaparecer, revelando con ello sus intereses más mundanos, destapando sus raíces para nada divinas. Pero siempre es ella la que pone las zancadillas. No olvidemos pues, que el conservadurismo es el dogma de la iglesia.